La complejidad de su geografía y la fertilidad de sus tierras han convertido la región en uno de los principales centros de biodiversidad de flora y fauna del departamento de Antioquia, lo cual contrasta con la amplia transformación de sus coberturas, fruto de la producción agrícola y de actividades para la generación de energía hidroeléctrica y minería. Históricamente, el Oriente Antioqueño ha sufrido diversas transformaciones en diferentes ámbitos, que van desde lo cultural, económico y social hasta lo ecológico, dejando una marcada huella en la comunidad y su idiosincrasia. Parte de este importante legado se ha perdido con el paso del tiempo y se podría decir que de cierta forma el progreso, que ha llevado a un crecimiento urbano acelerado en los últimos años, ha influido de manera importante en este fenómeno, en especial en las nuevas generaciones. Basta con visitar algunas de sus poblaciones más alejadas para evidenciar cómo sus raíces aún permanecen intactas; sin embargo, de manera discreta, se han quedado aisladas de su cada vez más creciente población. Este fenómeno de pérdida de identidad está íntimamente relacionado con la pérdida paulatina de sus ecosistemas naturales y servicios ecosistémicos, que durante siglos sirvieron como sustento a las principales ciudades del departamento y que en la actualidad han sido intervenidos de manera parcial, llevándolos a un riesgo de extinción. En la actualidad, una de las tendencias mundiales es discutir sobre la ecología, la conservación y, mucho más recientemente, la economía ambiental y los servicios ecosistémicos; no obstante, la gente del común no entiende el significado de estos términos ni su importancia para el desarrollo de un país megadiverso como Colombia.